Utopía Pirata

Reconsiderando el anonimato en la era del narcisismo

Por Gabriella Coleman

No todo son identidades robadas, MDMA ni pornografía infantil.

Para todos los nombres en la historia: Ha llegado el tiempo de sacrificar ese nombre. –Anonymous (Manifiesto del nómada anónimo)

El ego y la fama son, de forma predeterminada, contradictorios inherentemente al anonimato. El pasto más alto es el que se corta primero. Sea #Anonymous. –Anonymous (@YourAnonNews), 16 de abril de 2012.

La premisa de esta colección es que la privacidad y el anonimato se están desvaneciendo bajo el violento ataque de la vigilancia gubernamental y corporativa. La premisa no es nueva, en 2009 muches defensores, activistes, bibliotecaries y libertaries civiles estaban encontrando imposible de imaginar que la privacidad y el anonimato fueran a existir en el futuro cercano. Este era el tiempo en que los ejecutivos de Silicon Valley estaban construyendo la infraestructura digital de vigilancia capitalista y defendiéndola mediante la estrategia de hacer ver a la privacidad como moralmente dudosa. Por ejemplo, cuando una periodista le preguntó a Eric Schmidt de Google si deberíamos confiarles nuestros datos, su respuesta condescendiente fue calculada para eliminar cualquier valencia positiva hacia la privacidad: “Si tiene algo que no quiere que nadie sepa, entonces tal vez no debería estar haciéndolo en primer lugar”.

Pero en ese momento se hizo prominente una misteriosa colectiva portando el nombre Anonymous - un movimiento global de protesta y de caracter remoto que promovía la idea de que las identidades anónimas podrían organizarse para luchar mediante comportamientos éticos y una oposición rotunda hacia aquellos que solamente buscaban notoriedad. Aunque al inicio fue usado por trolls anónimos para coordinar travesuras puntuales de acoso a lo largo de la internet, el apodo Anonymous tomó nuevos significados en 2008 cuando un grupo de participantes se vieron involucrades en una serie escalonada de hackeos y operaciones políticas diseñadas para la adopción mediática. Figuras identificándose como Anonymous usaron su conocimiento técnico y su sentido algo troll del espectáculo mediático para llamar a moratoria a la caza de ballenas japonesa y noruega; para demandar justicia para víctimas de ataques sexuales y brutalidad policial, incluso revelando algunas veces los nombres de los presuntos perpetradores; hackear gobiernos y corporaciones por igual; asistir las ocupaciones de Egipto, Túnez, España y Estados Unidos; soportar el levantamiento sirio; “doxear” a oficiales de policía que rociaron con pimienta a les protestantes; exponer pedófilos on line; e incluso brindar ropas a las personas sin hogar. Las agencias de noticias llegaron a contar con Anonymous para un flujo constante de historias sensacionalistas. Una banda afiliada llamada LulzSec se dedicó a entregar un nuevo «hackeo diario» por cincuenta días. Al infiltrarse en Sony Pictures, publicar noticias falsas en el sitio web de PBS y robar correos electrónicos de la organización Arizona Public Safety, sirvieron pasto a la prensa mientras alegremente auto reportaban sus hazañas en redes sociales a una base de fans creciente y satisfecha. “En las últimas pocas semanas han ganado cerca de 96000 seguidores de Twitter. Eso es 20000 más que cuando revisé ayer. Twitter le ha dado a LulzSec un escenario para presumir, y están presumiendo”, escribió una investigadora de seguridad. Anonymous consiguió cortejar incluso más controversia con los trucos rituales como “Viernes de joder al FBI”, que vio a les hacktivistes ir a Twitter al final de cada semana y burlarse de la agencia encargada de exponer a sus miembros. Para una antropóloga que estudia las culturas del hackeo y la tecnología, este fue un momento vigorizante, yo estaba pegada a mi silla.

Pero conforme el momento ejemplar pasó, la historia de Anonymous viró hacia lo irónico y por último, incluso a lo trágico, cuando les participantes centrales fueron traicionades y arrestades, y el nombre comenzó a prestarse para operaciones militares - como campañas anti terrorismo en servicio del estado nación - a las que muches de sus miembrxs anteriores se habían opuesto vehementemente en varias ocasiones. Dado el poder omnívoro de la máquina contemporánea de vigilancia digital para extraer datos de humanes y luego usarlos en nuestra cotra, yo nunca fui tan ingenua como para creer realmente que Anonymous pudieran ser nuestres salvadorxs. Mi opinión fue más humilde: estaba más que nada maravillada de la forma en que estes disidentes enmascarades abrazaron el anonimato como un tipo de ética para prevenir comportamientos de pavoneo social y motivar a les participantes en un silencio solidario antes que la búsqueda de crédito individual, incluso cuando estaban acosadas, y buscaban la publicidad colectiva, por sus hackeos, bromas y protestas épicas. Ciertamente ayudó que Anonymous contribuyera a un número de causas políticas que yo apoyaba, como Ocupy Wall Street, la exposición de firmas de vigilancia, y la lucha contra la corrupción gubernamental. Yo aprecié que grupos de personas estuvieran tomando el manto del anonimato en gran parte para bien - incluso si parecía que podría ser por una última vez antes de que el anonimato mismo se disipara del todo.

Mi pesimismo acerca de la viabilidad del anonimato y la privacidad, que sobrevivan (y que prosperen), aún domina mi optimismo generalmente. Pero incluso conforme han ido menguando los días gloriosos de Anonymous, finalmente se ha incorporado un movimiento de anonimato y privacidad ligeramente más fuerte. En parte gracias a la filtración masiva de documentos de la NSA de Edward Snowden, que brindó una prueba mucho más fuerte de la que existía anteriormente sobre la vigilancia gubernamental y su confabulación con el sector privado, ahora se está librando una fuerte batalla para preservar la privacidad y el anonimato. Un poco después de las revelaciones de Snowden, incontables proyectos tecnológicos dirigidos por hackers galvanizaron su desenmascaramiento, desarrollaron herramientas para aumentar la privacidad en la que periodistas, víctimas de violencia doméstica, trabajadorxs de derechos humanos y disidentes polítiques ahora confían para moverse por el mundo con más cuidados. La usabilidad de estas herramientas ha mejorado considerablemente. Mientas hace cinco años yo sufría para recomendar herramientas simples de autodefensa digital a amigues y familiares, hoy puedo señalar a Signal (una aplicación para mensajes de texto y llamadas cifradas), el navegador Tor (que anonimiza el tráfico web), un media docena más de otras aplicaciones; cada una ha recolectado un financiamiento y un compromiso crecientes gracias al aumento en el escrutinio de las violaciones a la privacidad por parte de los estados y corporaciones. Aunque Google anunció que implementaría cifrado estricto de punta a punta en sus servidores para asegurar que los datos de los que depende para avivar su empresa comercial no sean tan fácilmente accesibles para otras, aún están en proceso de realizar estos cambios. Las organizaciones que conjugan política, tecnología y activismo, como Electronic Frontier Foundation, Fight for the Future, el Library Freedom Project, Big Brother Watch y Privacy International también han ayudado a asegurar que la privacidad se mantenga en marquesina como un asunto político. Un flujo constante de escándalos nuevos, como las revelaciones de que Cambridge Analytica usó datos personales recolectados de Facebook para influenciar resultados de elecciones, ha amplificado estas preocupaciones y demostrado la extensión con la cual cuestionamientos sobre el uso de datos personales y privacidad se mantienen vigentes.

Como miembre de una confederación libre de defensorxs del anonimato, rutinariamente doy conferencias sobre las formas en que el anonimato puede habilitar procesos democráticos desde las disidencias y la denuncia de irregularidades. En el curso de ese proselitismo se ha vuelto aparente que el anonimato por lo general es más difícil de defender que otras libertades civiles estrechamente relacionadas como libertad de expresión y la privacidad. El anonimato tiene mala reputación. Y no es difícil ver por qué: los usos más visibles del anonimato on line, como comentarios en foros, tienden hacia lo tóxico. Numerosos periódicos en años recientes han eliminado esos foros, los han controlado o reconfigurado, atentes a las formas en que por lo general fallan en engendrar una discusión civil y en lugar de esto reproducen más discurso dañino y de odio. El anonimato de forma similar permite que trolles en redes sociales esquiven la responsabilidad mientras atacan de forma brutal (en su mayoría) a personas de color, mujeres y disidencias.

Las connotaciones negativas con que muches piensan el anonimato son evidentes en su percepción de lo que periodistas y alarmistas llaman la dark web. Cuando pregunto a mis estudiantes qué piensan que pasa ahí, muches la describen como la esquina más siniestra de la red, infestada de tipos pervertidos y peligrosos que heckean bilis en nuestros dispositivos, supurando y eructando en mini volcanes de pasaportes robados, cocaína y pornografía infantil. Algunes incluso creen que ser anónimes en Internet es equivalente - en cada instancia - a trasegar en la dark web. La metáfora de la oscuridad ha funcionado claramente para implantar imágenes erróneas y nefastas en sus mentes, entonces yo contrarresto con una imagen diferente.

Como mis estudiantes tienen poco conocimiento de cómo funciona el anonimato, primero les explico que lejos de ser una decisión binaria como un interruptor de luz que se enciende y apaga, el anonimato típicamente involucra un surtido de opciones y gradientes. Muchas personas se esconden a sí mismas sólo por el nombre on line, nombre de usuarie, alias, sobre nombre, avatar o del todo sin atribución: «anónima». Este anonimato social tiene que ver solo con la atribución pública y protege el nombre legal de le participante, mientras que otra información identificante, como la dirección IP, puede aún ser visible a una red de observadores como les administradores de sistemas que ejecutan el sitio en el que el contenido es publicado. No hay una única herramienta de anonimato divina que brinde protección omnipotente, infalible, fiable y a prueba de tontos con la capacidad de esconder cada rastro digital, revolver todo el tráfico de red y envolver todo el contenido en un caparazón de cifrado. Lejos de esto: el anonimato técnico perfecto se considera como un arte demandante y exigente que causa pérdida de sueño incluso a los hackers más selectos. Une usuarie que busca anonimato técnico debe entretejer un surtido de herramientas, cuyo resultado será una colcha de protección más o menos robusta y determinada por las herramientas y la habilidad de le usuarie. Dependiendo de cuántas herramientas se usen, esta colcha de protección podría esconder toda la información identificante o solamente algunos elementos esenciales: el contenido de los mensajes intercambiados, la dirección IP originaria, las búsquedas en el navegador web o la ubicación de un servidor.

El mismo anonimato, continuo y usado por el criminal o el matón o el acosador, es también usado como una «arma del pobre» en la que confían personas ordinarias, informantes, víctimas de abuso y activistas para expresar opiniones políticas controversiales, compartir información sensible, organizarse, brindar protección contra la represión estatal y construir santuarios de soporte. Afortunadamente, no hay escasez de ejemplos que iluminen los beneficios derivados de la protección del anonimato: pacientes, parientes y sobrevivientes se reunen en foros de internet como DC Urban Moms and Dads para discutir temas sensibles usando alias, lo que permite discusiones francas de lo que de otra forma podrían ser temas estigmatizantes. Víctimas de abuso doméstico, espiadas por sus perpetradores, pueden técnicamente cubrir sus rastros digitales con el navegador Tor y buscar información acerca de refugios. Las informantes hoy son empoderadas para protegerse a sí mismas como nunca antes, dada la disponibilidad de buzones digitales como SecureDrop, ubicados en lo que es llamado un servidor «onion», u oculto. Estos puntos de entrega, que facilitan la compartida de información de forma anónima; ahora son hospedados por docenas de sedes periodísticas establecidas, desde The Guardian a The Washington Post. Hospedar datos en servidores «onion» accesibles sólo a través de Tor es un mecanismo efectivo para contrarrestar la represión y la censura perpetradas por el estado. Por ejemplo, activistas iraníes crítiques al gobierno protegieron sus bases de datos haciéndolas disponibles sólo como servicios «onion». Esta arquitectura hace que el gobierno pueda incautar el servidor web conocido de forma pública, pero que no pueda encontrar el servidor que brinda el contenido de la base de datos. Cuando los servidores web son desechables, el contenido es protegido y el sitio con la información dirigida a empoderar activistas puede reaparecer on line de forma rápida, forzando a que las intenciones de censura del gobierno tengan que jugar al «whac-a-mole». Al confiar en una suite de tecnologías de anonimato, les hacktivistas pueden descubrir información política de importancia al transformarse a sí mismes en fantasmas imposibles de rastrear: por ejemplo, un grupo se infiltró de forma anónima en salas de chat de supremacistas blancos luego del trágico asesinato de Heather Heyer y robaron las bitácoras que detallaban los trabajos de grupos de odio organizados para el encuentro de Charlottesville, así como sus viles reacciones y luchas internas.

Aún así, es cierto que cosas terribles se pueden lograr bajo la cubierta del anonimato técnico. Pero es necesario recordar que el estado está dotado con un mandato y tiene recursos significativos para cazar criminales, incluyendo a aquelles envalentonades por la invisibilidad. Por ejemplo, en 2018 el FBI solicitó cerca de 21.6 millones de sus $8 mil millones de presupuesto anual para su programa Going Dark, usado para “desarrollar y adquirir herramientas para el análisis de dispositivos electrónicos, capacidad de criptoanálisis y herramientas forenses”. El FBI puede desarrollar o pagar costosas programas que aprovechen vulnerabilidades de seguridad o herramientas de hakceo, que han usado para infiltrarse y tomar control sobre sitios de pornografía infantil, como hicieron en 2015 con un sitio llamado Playpen. Sin duda alguna, el estado debería tener la capacidad de luchar contra criminales. Pero si se les brindan capacidades de vigilancia sin restricciones como parte de esa misión, les ciudadanes perderán la capacidad de ser anónimes y el gobierno se arrastrará hacia el fascismo, que es otro tipo de criminalidad. Les activistas por otra parte, que son en gran medida pobres de recursos, con frecuencia son puestes en la mira de actores estatales de forma injusta y por lo tanto requieren anonimato. De hecho, el anonimato permite hablar y organizarse sin interferencias a activistas, fuentes y periodistas -como es su derecho-, que aún no están en la mira del estado.

La importancia, usos y significado del anonimato dentro de una entidad activista como Anonymous es menos clara que en mis anteriores ejemplos. Esto puede surgir en parte del hecho que Anonymous es confuso. El nombre es un alias compartido que está libre para que cualquiera lo tome, lo que Marco Deseriis define como un “nombre impropio”. Disponible de forma radical para todas las personas, este tipo de etiqueta se dota con una susceptibilidad ya incorporada hacia la adopción, circulación y mutación. El público con frecuencia no está al tanto de quiénes fueron Anonymous, cómo trabajaron y cómo reconciliaron sus distintas operaciones y tácticas. Hubo cientos de operaciones que no tuvieron relación entre ellas y que con frecuencia no estaban alineadas ideológicamente –algunas en apoyo firme a la democracia liberal, otras buscando destruir el estado liberal en favor de formas de gobierno anarquistas. También es por esta razón que “Anonymous no es unánime” se volvió una broma popular entre les participantes, recordándole a les espectadores el carácter descentralizado y sin liderazgo del grupo, y señalando la existencia de desacuerdos sobre tácticas y creencias políticas.

Para miembros del público, así como mis estudiantes, su valoración de las operaciones de Anonymous con frecuencia dependían de su reacción a una de las cientos de operaciones con las que se hayan podido cruzar, su percepción de la figura de Guy Fawkes y otras idiosincrasias como su opinión sobre la justicia de vigilantes o acción directa. Mientras algunes espectadores adoraron su buena disposición de rebelarse contra la autoridad, otres estuvieron horrorizades por su prontitud a romper la ley con tal impunidad. Entre una cacofonía de posiciones sobre Anonymous, yo siempre encontré una categoría de resistencia a respaldar a Anonymous: el tipo bueno y legítimo (profesorxs de derecho académico o estudioses de la política liberal, por ejemplo), siempre escéptiques y consternades de Anonymous en su totalidad por una pequeña cantidad de operaciones de justicia vigilante que se realizaron bajo su manto. La cosa extraña era la forma en que esos tipos legítimos encontraron un acuerdo con una más pequeña, pero vocal, clase de activistas de izquierda - aquelles entusiastas de apoyar maniobras de acción directa pero llenas de reservas cuando eran llevadas a cabo de forma anónima. Ellas tendían a estar de acuerdo en una creencia en particular: que la gente que abraza el anonimato con el propósito de actuar (y no simplemente de hablar), -en especial cuando tales acciones rodean el proceso debido- son personajes turbios por defecto porque el anonimato tiende a anular la rendición de cuentas y por lo tanto la responsabilidad; que la máscara en sí misma es un tipo de mentira encarnada, refugiando cobardes en quienes simplemente no se puede confiar y quienes no son responsables de las comunidades a las que sirven.

Pero estos argumentos ignoran la variedad y usos justos del anonimato que Anonymous puso en servicio de la honestidad y la nivelación social. Con la distancia concedida por el tiempo, mi convicción de que Anonymous ha sido generalmente una fuerza digna de confianza y une embajadore encomiable por el anonimato es hoy aún más fuerte. Incluso si su presencia ha decaído, han dejado atrás una serie de lecciones acerca de la importancia del anonimato que en la era de Trump, son más vitales que nunca para tener en cuenta. De estas lecciones, consideraré aquí los límites de transparencia para combatir a la desinformación y la capacidad del anonimato para proteger a las personas honestas, así como su habilidad para minimizar los daños de la celebridad desenfrenada.

Lección 1: La transparencia no es una panacea para la desinformación

Primero consideremos el poder de Anonymous y el anonimato a la luz del clima político contemporáneo, con periodistas, comentaristas y activistas en una crisis existencial turbulenta acerca de la confianza, la verdad, y noticias basura. Déjenme declarar desde el principio que demandar transparencia, en mi libro de jugadas políticas, está alto en la lista de tácticas oportunas que pueden ayudar a animar las actividades políticas. Buscar transparencia de personas, corporaciones e instituciones que podrían tener algo malo que ocultar, y la influencia para lograr ocultarlo, ha servido en incontables circunstancias para avergonzar a estafadorxs y oportunistes de forma que salgan de sus codiciadas posiciones de poder (y yo con resolución defiendo el anonimato por su capacidad de engendrar transparencia). Aún así, la efectividad de la demanda de transparencia y honestidad con frecuencia ha sido exagerada, y sus defensorxs algunas veces de forma ingenua atribuyen una fe casi mágica a tal táctica mientras consideran inmorales los medios anónimos para el mismo fin de la honestidad. En el pasado, cuando he discutido la importancia del anonimato y los límites de la demanda de transparencia en busca de la verdad, muy pocas personas me tomaron del todo en serio, al margen de un pequeño grupo de académicxs y activistas ya imbuides en hacer afirmaciones similares. Todo esto cambió cuando Donald Trump se volvió el presidente. De repente era mucho más fácil ilustrar la lógica detrás de la famosa ocurrencia de Mark Twain: “La verdad es poderosa y prevalecerá. No hay nada malo con esto, excepto que no es así”.

El sentido común periodístico, aún intacto en gran medida llegando a la elección, dictó que refutar falsedades preservaría la integridad del mercado de ideas - la arena en la que la verdad, dado suficiente tiempo al aire, puede borrar mentiras. Sin embargo, después de que Trump ganó la elección, muchas periodistas fueron forzadas a confrontar el hecho de que el sentido común, como tan astutamente lo puso el antropólogo Clifford Geertz, es “lo que la mente llena de supuestos… concluye”. Para las críticas, los fallos morales de Trump son obvios en su comportamiento vil y mentiras patológicas, ambas grabadas de forma meticulosa por periodistas. The Washington Post ha rastreado las declaraciones falsas o engañosas desde su primer día en función, y encontraron que su celo por mentir sólo ha crecido con el tiempo. Sin embargo, aunque sus partidaries también distinguen a Trump como audaz, están armades con un conjunto distinto de supuestos y por lo tanto llegan a conclusiones radicalmente distintas sobre su carácter y acciones. En la misma auditoría de declaraciones falsas de Trump en The Washington Post, une comentarista on line muestra cómo algunes de sus defensores están dispuestes a pasar por alto sus mentiras, interpretándolo como auténtico y emocionalmente cercano comparado con el político típico: “Trump con frecuencia es hiperbólico y leva sus sentimientos en su manga para que todos lo vean, refrescante dirán algunos. Uno con frecuencia se pregunta si para él es tan siquiera posible ser tan hipócrita como el político típico. Su corazón y políticas parecen estar en el lugar correcto”.

Apelando a aquelles que desconfían del entorno político contemporáneo, algunes de les seguidorxs más acérrimes de Trump argumentan que él sirve a un propósito más alto y noble al sacudir el poder establecido. Incluso aunque el sentido común “varía de forma dramática de una persona a la siguiente”, como dijo Geertz, Trump aun ha logrado secuestrar nuestra atención colectiva, provocando a los medios para que cubran cada uno de sus movimientos, con frecuencia a través de una actuación de autenticidad falsa pero convincente. Ya sea en horror, diversión o adulación, el público estadounidense se mantiene unido, con una cerveza en mano, las pinzas de barbacoa en la otra, boquiabierto, hipnotizado por sus payasadas escandalosamente arrogantes. Mientras algunes ven la presidencia de Trump como un ingobernable desastre que se desenvuelve en cámara lenta justo frente a sus ojos, otres están claramente eufóriques, animando a Trump como si estuvieran asistiendo a un rally de camiones monstruo. Trump es un intérprete tan efectivo que hasta ahora no sólo ha logrado esquivar cualquier repercusión de sus mentiras descaradas, sino que también está preparado para acusar a los medios establecidos de ser mentirosos: “Yo tomo mis propias decisiones, en gran parte basadas en datos acumulados, y todos lo saben. ¡Algunos medios de NOTICIAS FALSAS, para marginalizar, mienten!” Bajo tal despiadado ataque, la verdad tiene dificultades para prevalecer.

En contraste con Trump, Anonymous - una cadena de colectivos desgarbada, semi caótica (aunque a veces bastante organizada), compuesta por miles de personas y docenas de grupos distintos actuando bajo su nombre en las cuatro esquinas del globo, con poca a nada de coordinación entre muchas de ellas - aparece, en todo sentido como una entidad más seria y digna de confianza. Mientras Trump nos ayuda a ver esto otra vez, yo he hecho el siguiente punto desde hace mucho tiempo: si une hace balance de la gran mayoría de sus operaciones después del 2010, Anonymous por lo general siguió un guión bastante convencional basado en un impulso por decir la verdad. Anonymous con frecuencia emparejaba un anuncio sobre alguna indignación que buscaban publicitar con documentos verificables u otro material. Tal fue la situación cuando Anonymous lanzó OpTunisia en enero de 2011 y fueron algunas de las primeras extranjeras en acceder y exhibir ampliamente los vídeos de protesta que estaban siendo generados en territorio - grabaciones que publicaron on line para despertar la simpatía pública y estimular la cobertura mediática. Anonymous de forma rutinaria adquirió correos electrónicos y documentos (que, por cierto, nunca se ha encontrado que hayan sido adulterados) y los publicó on line, permitiendo que les periodistas posteriormente los minaran para sus investigaciones. Su impulso para sacar la verdad a la luz también fue ayudado por material pomposo ingeniado para que fuera viral. Decir la verdad, después de todo, siempre se puede beneficiar de una estrategia de relaciones públicas más astuta.

En ocasiones, Anonymous se basó en el clásico engaño - presionando con una mentira que en su debido tiempo sería revelada como una mentirilla para obtener una mayor verdad. Por ejemplo, LulzSec hackeó y pintarrajeó PBS en represalia por su película de Frontline sobre WikiLeaks, “WikiSecrets”, la cual trajo la cólera de miembros de LulzSec que condenaron la película por cómo sensacionalizó y psicoanalizó la “oscura” vida interna de Chelsea Manning, eludiendo los asuntos políticos urgentes planteados por la publicación de cables diplomáticos de Wikileaks. Al ganar acceso al servidor, les hackers implantaron noticias falsas acerca del paradero de dos raperos célebres. Con una foto de Tupac Shakur con la cabeza ligeramente ladeada, llevando una gorra para atrás y una sonrisa cordial, el título anunciaba la exclusiva: “Tupac sigue vivo en Nueva Zelanda”. Continuaba: “El prominente rapero Tupac ha sido encontrado vivo y bien en un pequeño complejo turístico en Nueva Zelanda, según reportan los lugareños. El pequeños pueblo - innombrado debido a riesgos de seguridad - presuntamente alojó a Tupac y a Biggie Smalls (otro rapero) por varios años. Un lugareño, David File, murió recientemente, dejando evidencia y reportes de la visita de Tupac en un diario, que solicitó fuera enviado a su familia en los Estados Unidos”. Aunque de primera entrada podría parecer poco claro por qué, esta pintarrajeada entregó una declaración política particularmente potente. Aunque el artículo falso y el hackeo causaron gran sensación en la prensa global, la mayoría de periodistas fallaron en abordar la crítica de LulzSec sobre la exagerada superficialidad de la película. Y aún así, LulzSec logró forzar la cobertura sensacionalista a través de su combo de hackeo-engaño, instaurando a través de esta puerta trasera su crítica original acerca de las tendencias de periodistas a sensacionalizar las noticias.

Pero en la mayoría de casos el engaño fue usado en pequeñas cantidades y Anonymous simplemente amplificó su mensaje ya siendo transmitido por otres activistas y periodistas. Por ejemplo, una de sus operaciones más famosas, OpSteubenville, tenía que ver con un horrible caso de asalto sexual por miembros de un equipo colegial de fútbol en un pequeño pueblo metalúrgico de Steubenville, Ohio. Luego de que el New York Times escribió una revelación detallando el caso, Anonymous continuó exhibiendo hiperactivamente la evolución acerca del asalto de Steubenville a través de vídeos y en Twitter, asegurando su visibilidad por meses hasta que dos adolescentes fueron encontrados culpables de violación en marzo de 2013.

Anonymous como Trump, atraían al público y a los medios con actos ostentosos de espectáculo. Pero Anonymous no se unió como un punto de voluntad individual para buscar crédito, sino como la convergencia de una multitud de actorxs contribuyendo a una multitud de movimientos sociales, colectivos y organizaciones existentes. Anonymous brilló más intensamente entre 2011 y 2015, durante un periodo tumultuoso de malestar y descontento global, evidente en el rango de sublevaciones populares de gran escala a lo largo del mundo: el movimiento 15-M en España, las primaveras árabe y africana, los campamentos de Occupy, el movimiento estudiantil en Chile, Black Lives Matter, el Umbrella Movement en Hong Kong. Anonymous contribuyó con cada una de estas campañas. Su profundo entrelazamiento con algunas de estas amplias causas sociales ha sido conmemorado por muches que trabajaron con o se beneficiaron de Anonymous. En 2011 fue compartida una foto de niñes tunecines sentades en el patio de su escuela, portando una máscara de papel blanco de Guy Fawkes, como un gesto de gratitud hacia Anonymous por llevar el mensaje de su situación al mundo. Más recientemente, consideré la prematura muerte de Erica Garner, una activista en contra de la brutalidad policial e hija de Eric Garner, un hombre que murió a manos de un oficial del departamento de policía de Nueva York. No mucho después de su muerte, la persona manejando su cuenta de Twitter le ofreció sus respetos a Anonymous: “Un grito para Anonymous… Uno de los primeros grupos de personas que sujetaron a Erica desde el inicio. Ella les amaba a todes de verdad #opicantbreathe”.

El punto de yuxtaponer las mentiras de Trump con las verdades de Anonymous es meramente para resaltar que la transparencia y el anonimato rara vez siguen una fórmula moral binaria, con la primera siendo buena y la segunda siendo mala. Hay muchos estafadores, especialmente en la arena política, que hablan y mienten sin una máscara literal –Donald Trump, Silvio Berluscconi, George W. Bush, Tony Blair– y nunca son obligados a rendir cuentas de forma apropiada, o requiere de un esfuerzo tipo David y Goliath para eliminarles del poder. De hecho, Trump, actuando al descubierto, es percibido como “transparente” porque es un individuo que no se esconde detrás de una máscara y porque, para algunes, es un político honesto por tener la valentía de decir cualquier cosa, sin importar qué tan ofensiva sea (para algunes, entre más ofensiva mejor). Como sugirió el sociólogo Erving Goffman hace mucho tiempo, los humanos - tan adeptos al arte del engaño - despliegan un lenguaje astuto y a veces una actuación confabuladora, en lugar de esconderse, para engañar de forma efectiva.

Lección 2: el escudo del anonimato

La transparencia se puede lograr a través de marcos institucionales existentes, ya sea a través del acceso a registros públicos, como usando la Ley por la Libertad de la información, o usando la función de perro guardián del Cuarto Estado. Pero cuando estos métodos fallan, les informantes anónimes pueden ser un mecanismo efectivo para hacer emerger la verdad. En el caso de la Corte Suprema de 1995 McIntyre Vs. Ohio Elections Commission se articula de forma convincente el apoyo a esta posición que argumenta que el anonimato resguarda a le votante, la persona honesta, e incluso a le opinadore anónime de la venganza gubernamental o las masas enojadas del cuerpo político. Les jueces de dicho caso escribieron: “El anonimato es un escudo de la tiranía de la mayoría…. Así ejemplifica en particular el propósito detrás de la Carta de Derechos de la Primera Enmienda: para proteger a individuos impopulares de represalias… a manos de una sociedad intolerante”. Para señalar su conciencia de y contribución a esta tradición, les participantes de Anonymous gustan de citar a Oscar Wilde: “Una persona es menos sí misma cuando habla en su propia persona. Denle una mascara y les dirá la verdad”.

Uno de los ejemplos más impactantes y efectivos que confirma el fundamento de la Corte Suprema y del aforismo de Oscar Wilde involucra una máscara facial portada por un doctor en medicina. En 1972 un psiquiatra presentando en una reunión de la Asociación Americana de Psiquiatría se escondió a sí mismo con un distorsionador de voz, un nombre seudónimo y una máscara de hule. Llamándose Dr. H. Anonymous, y en servicio en un panel llamado “Psiquiatría: ¿Amiga o enemiga de los homosexuales?”, el doctor empezó confesando: “Soy homosexual. Soy psiquiatra”. En esa época la homosexualidad había sido clasificada por la psiquiatría como una enfermedad, haciéndola particularmente inmune a las críticas. Esta revelación audaz y valiente logró lo que Dr. H. Anonymous y sus aliades se habían propuesto: envalentonar los esfuerzos en curso para despatologizar la homosexualidad. Solo un año más tarde, la asociación había removido la homosexualidad de su manual de diagnóstico y el Dr. H. Anonymous, quien había temido que no recibiría la plaza académica si su empleador se enteraba que era gay, permaneció protegido (y con empleo), y sólo hizo su nombre público veintidós años más tarde, John E. Fryer.

Muchas otras personas y grupos han hablado y actuado honestamente encubiertes en un intento de exponer algún abuso o crimen y usar el anonimato para escudarse a si mismes no solo de pares, colegas o empleadores, como hizo Dr. Fryer, pero también de retribución gubernamental. Anonymous, Antifa, Chelsea Manning (durante su corta ocupación como filtradora anónima), Garganta Profunda (la fuente anónima durante el escándalo de Watergate), y la Comisión Ciudadana para Investigar al FBI - de las cuales todas han ganado alguna medida de respeto por sus palabras y acciones, no por sus identidades legales - han entregado una transparencia que ha sido considerada valiosa sin importar su percibida falta impunidad u opacidad. En la exposición de delitos atroces del gobierno, el anonimato tiene el potencial de hacer que el acto riesgoso de la denuncia sea un poco más seguro. Tal fue el caso de la Comisión Ciudadana para Investigar al FBI, un grupo de ocho paladinxs opuestes a la guerra que irrumpieron en una oficina del FBI en 1971 y se llevaron cajones de archivos que contenían pruebas de COINTELPRO, un programa secreto de vigilancia y desinformación impuesto contra docenas de movimientos activistas. El programa fue eventualmente cerrado luego de ser considerado ilegal por el gobierno de los Estados Unidos y les intruses nunca fueron detenides. Si estes ciudadanes hubiesen sido atrapades - el FBI dedicó doscientas agentes al caso pero, fallaron en encontrar tan siquiera a une de les intruses, se rindió en 1976 - su destino hubiese probablemente incluido una costosa batalla legal seguida por un buen tiempo detrás de los barrotes.

Trágicamente, la gente que ha hablado descubierta a veces ha sido expuesta a daños y calumnias. Ser honeste y transparente, en especial cuando le faltan partidaries y fieles, nos pone en riesgo de una traumática pérdida de privacidad y como en el caso de Chelsea Manning, de seguridad física. Después de ser expuesta por un hacker, Manning fue torturada por un año en confinamiento solitario debido a su denuncia. La ex gimnasta estadounidense Rachael Danhollander, una de las primeras que se atrevió en denunciar a Larry Nassar, el médico del equipo de gimnastas olímpicas de Estados Unidos que asaltó sexualmente a más de 260 mujeres jóvenes, explicó en un editorial que su vida y reputación fueron arruinadas por hablar, hasta que la marea empezó a cambiar: “Perdí mi iglesia. Perdí a mis amigas más cercanas como resultado de abogar por las sobrevivientes que han sido victimizadas por fallos institucionales similares en mi propia comunidad. Perdí cada fragmento de privacidad”. Todos estos ejemplos traen a la mente el adagio “privacidad para les débiles, transparencia para los poderosos”. El anonimato puede llenar una prescripción de transparencia al proteger de represalias a las honestas.

Lección 3: Contención del ego y daños de la celebridad desenfrenada

El rechazo de Anonymous a los cultos de la personalidad y a la búsqueda de celebridad es el impulsor menos entendido del anonimato, pero uno de los más vitales de entender. Los trabajos del anonimato bajo este registro funcionan menos como un dispositivo de honestidad y más como un evento de nivelación social. A menos que siguieran a Anonymous de cerca, este ethos era más difícil de deducir, ya que sólo era notablemente visible en los canales traseros de sus interacciones sociales - en salas de chat privadas o semi privadas con explosiones ocasionales en Twitter, tales como este tweet de @FemAnonFatal:

• FemAnonFatal es un Colectivo • NO un movimiento individual No un lugar para autopromoción NO un lugar para el ODIO SINO un lugar para la SORORIDAD Es un lugar para Nutrir la Revolución Lea Nuestro Manifiesto… • Deberían habernos previsto • #FemAnonFatal #OpFemaleSec

Por supuesto, es más fácil proferir tales pronunciamientos elevados sobre solidaridad que implementarlos. Pero Anonymous imponía este estándar castigando a quienes salían a la luz buscando fama y crédito. En mis muchos años de observarles, fui testiga directa de las consecuencias para aquellas que violaron esta norma. Si une participante novatx era viste fijándose demasiado en obtener elogios de sus pares, elle podría ser reprendide suavemente. Para aquelles que se atrevieron a adjuntar sus nombres legales a alguna acción o creación, la restitución era más feroz. Como mínimo, le transgresore era usualmente ridiculizade o fustigade, con unos pocos individuos ritualmente “asesinados” al prohibirseles participar en una sala de chat o red.

Junto a momentos salpicados de acción disciplinaria, esta norma tendía a ser tarareada por lo bajo en el fondo, pero no de forma menos poderosa –mandando que todo lo creado bajo la tutela de Anonymous fuese atribuido al colectivo. Es importante afirmar que en contraste con sus más conocidos compatriotas hackers y forajidos, la mayoría de les participantes de Anonymous estaban maniobrando en un territorio legal sin ambigüedades; aquelles que conjuraban un mensaje convincente de esperanza, disidencia o protesta a través de medios como vídeos, manifiestos enérgicos, imágenes u otras astutas llamadas a las armas ingeniadas para volverse virales, no estaban incentivadas hacia el anonimato por el castigo legal. Es más, el decreto ético de sublimar la identidad personal tenía dientes: les participantes por lo general se abstenían de firmar con sus nombres legales estos trabajos, algunos de los cuales llegaron a la prominencia, recibiendo cientos de miles de vistas en YouTube. Mientras une recién llegade se hubiera rendido ante este decreto por miedo al castigo, la mayoría de les participantes llegaron a abrazar este ethos como una estrategia necesaria para los objetivos más amplios de minimizar la jerarquía humana y maximizar la equidad.

Observar esta contención del ego fue revelador. La pura dificultad de vivir este credo se reveló en la práctica. Como antropóloga, mi labor metodológica manda cierto grado de participación directa. La mayoría de mi labor con Anonymous consistió en trabajo de traducción periodística, pero en unas pocas ocasiones me uní a un pequeño grupo de creadorxs mediáticxs para fabricar mensajes incisivos para vídeos diseñados con el fin de provocar que la gente tomara acción. Como una escritora académica separada de la necesidad de concisión, recuerdo brillar con orgullo por la redacción compacta que improvisé para canalizar la furia colectiva acerca de alguna asquerosa injusticia política. Resistir incluso un poquito de crédito por la hazaña fue difícil en ese momento, pero a la larga fue satisfactorio, sentando las bases para hacerlo de nuevo. Aun así, no solo iba en contra de lo que me había enseñado la sociedad, sino que también del modo de ser académica - alguien cuyo sustento depende enteramente de un sistema bien arraigado con siglos de antigüedad que asigna respeto con base en el reconocimiento individual. Como la auto nombrada autora de esta pieza, sería hipócrita abogar por una moratoria total a la atribución personal. Pero cuando una economía moral que está basada en el impulso por el reconocimiento individual se expande de tal manera que desplaza otras posibilidades, podemos descuidar, para nuestro riesgo colectivo, otras formas esenciales de ser y estar con otres.

Uno de los muchos peligros del individualismo o la celebridad sin control es la facilidad con la que se transforma en narcisismo, un rasgo de la personalidad que obviamente excluye la ayuda mutua, ya que prácticamente garantiza algún nivel de caos interpersonal, cuando no la total carnicería en forma de vitriolo, matonismo, intimidación y mentiras patológicas. Trump, de nuevo, puede servir como una referencia útil, ya que viene a representar un ideal casi platónico de narcisismo en acción. Su presidencia ha demostrado que un solipsismo sin complejos puede actuar como un tipo de lente distorsionador, previniendo el funcionamiento normal de la transparencia, la verdad, el avergonzamiento y la rendición de cuentas al ofrecer una indiferencia tan completa que parece casi incapaz de contemplar la difícil situación de otras o admitir equivocación. Y en el ascenso de Trump yace una lección mucho más perturbadora y general que contemplar: que obtener una de las posiciones políticas más poderosas en una de las naciones más poderosas del mundo es posible sólo porque tales comportamientos en búsqueda de la celebridad son recompensados en muchos aspectos de nuestra sociedad. Muchos ideales culturales dominantes nos exigen buscar reconocimiento –ya sea de nuestras acciones, palabras o imágenes. Aunque la celebridad como un ideal no es nueva de ninguna forma, en internet hay proliferantes avenidas sin fin a nuestra disposición para darse cuenta, registrar de forma numérica (en likes y retweets), y así consolidar y normalizar más la fama como una condición de cotidianeidad.

Desde luego, el narcisismo y la celebridad están lejos de estar sin control. Por ejemplo, los rasgos vanidosos y auto engrandecedores de Trump hoy son sujetos de una crítica y análisis salvajes por una camarilla de expertes, periodistas y otres comentaristas. Incluso si la celebridad es un ideal cultural duradero persistente y siempre en expansión, la humildad también es valorada. Esto es más obviamente cierto en la vida religiosa, pero una bandada de prohibiciones éticas y mundanas diarias, también buscan frenar el apetito del ego humano por gloria y gratificación. Algo tan menor como la sección de agradecimientos de un libro sirve –aunque sea mínimamente– para refrenar la noción egoísta de que les individues son enteramente responsables de las loables creaciones, descubrimientos y/o trabajos artísticos que se les atribuyen. Después de todo es la extendida confesión y el momento de gratitud para reconocer que tal escrito hubiese sido imposible, o mucho peor, sin la ayuda de una comunidad de pares, amistades y familiares. Pero historias que celebran la solidaridad, equidad, la ayuda mutua y la humildad son más raras. Y más escasos aún son los mandatos en los que les individues son llamades a perfeccionar el arte de la auto obliteración. Anonymous es probablemente uno de los laboratorios más grandes y abierto a muches, en llevar a cabo un experimento colectivo para limitar el deseo del crédito individual, fomentando formas de conectar con nuestros pares a través de compromisos de indivisibilidad.

Aunque el anonimato puede incentivar todo tipo de acciones y comportamientos, en el caso de Anonymous significó que muches de les participantes activaran por razones de principio. Su misión de principios íntegros para corregir los errores infligidos a personas encarna el espíritu del altruismo. Su demanda por humildad ayuda a desalentar, incluso si no eliminó del todo, a aquelles participantes que simplemente codician la gloria personal al unirse a las filas del grupo. Voluntaries, obligades a dar crédito a Anonymous, también mantuvieron bajo control un problema que azota todo tipo de movimientos sociales: la auto nominación de estrella de rock o líder, propulsada al estrellato por los medios, de quienes éxitos o fallos de reputación pueden servir injustamente como representantes del ascenso y caída del movimiento de manera más general. Si tal auto promoción se vuelve flagrante, los conflictos y las luchas internas típicamente afligen las dinámicas sociales, que a su vez debilitan el poder del grupo para organizarse de forma efectiva. La ya limitada energía se desvía de las campañas y en su lugar se gasta en manejar individuos hambrientos de poder.

Es peligroso romantizar el anonimato como virtuoso por sí mismo. El anonimato on line, combinado con masculinidades patriarcales –abusadores patológicos, criminales y hordas colectivas de troles– hace posible comportamientos con consecuencias espantosas y a veces, de hecho realmente aterradoras. El anonimato puede ayudar e incitar a la crueldad tanto como puede engendrar fines morales y políticos más nobles –depende del contexto. Hacer un balance de la historia completa de Anonymous ilustra esta dualidad. Antes de 2008 el nombre Anonymous había sido usado casi de forma exclusiva para el propósito del trolling en internet - una práctica que con frecuencia significa apuntar a personas y organizaciones para acosarles, profanar sus reputaciones y revelar información personal humillante. Habiendo sido apuntada en 2010 por un ataque de troles (por suerte fallido), estaba emocionada - aunque bastante sorprendida - del dramático proceso de conversión que experimentó Anonymous entre 2008 y 2010 conforme empezaron a trolear a los poderosos, eventualmente combinando la práctica con vocabularios y repertorios de protesta y disidencia más tradicionales.

Conforme se separaron de troles puros, lo que quedó igual fue el compromiso al anonimato, usado para fines diferentes en circunstancias diferentes. Aún así, una cantidad de operaciones de Anonymous que sirvieron al interés público, tales como la violación masiva de la privacidad de las personas mediante la difusión de de información asociada a sus correos electrónicos, fueron llevados a cabo de formas cuestionables y son dignos de condena. Estas operaciones imperfectas no deberían anular los aspectos positivos que el grupo logró a través del anonimato, pero no obstante deberían ser criticados por sus violaciones a la privacidad y usados como ejemplos para mejorar sus métodos.

Prevenir que el estado erradique el anonimato requiere fuertes razones por su rol esencial en salvaguardar la democracia. Al defender el anonimato es difícil simplemente argumentar, mucho menos probar, que el bien que posibilita pesa más que sus daños, ya que es difícil hacer recuento del resultado social del anonimato. A pesar de las dificultades de medición, la historia ha mostrado que los estados-nación con poder de vigilancia sin control derivan hacia el despotismo y el totalitarismo. Les ciudadanes bajo vigilancia o simplemente bajo amenaza de vigilancia, viven con miedo de retribución y están desalentades a decir lo que piensan, organizarse y romper la ley individualmente, de formas que mantengan a los estados y corporaciones responsables de sus actos.

Sin equivocación, defender el anonimato de tal forma no hace aceptables todos los usos del anonimato por parte de les ciudadanes. Cuando evaluamos la vida social del anonimato, une debe también hacer una serie de preguntas: ¿Qué es la acción anónima? ¿Cuáles personas, causas o movimientos sociales están siendo ayudadas? ¿Es hacia arriba o hacia abajo? Todos estos factores clarifican lo que está en juego y las consecuencias de usar el escudo del anonimato. Invita a soluciones para mitigar algunos de sus daños en lugar de demandar la eliminación del anonimato totalmente. Les tecnólogues pueden rediseñar plataformas digitales para prevenir abusos, por ejemplo, habilitando el reporte de cuentas ofensivas. Pero reconocer el mal uso del anonimato es la razón por la que también aseguramos la aplicación de una normativa de capacidades limitadas para desanonimizar a aquellos que están usando una cubierta para actividades que la sociedad considera inadmisibles, como la pornografía infantil por ejemplo. En su forma actual el estado dirige enormes recursos, en forma de dinero, tecnología y legitimidad, para una aplicación efectiva de la ley. Además de esto, llamar a acabar el cifrado fuerte, agregar puertas traseras para el acceso gubernamental, o prohibir las herramientas de anonimato –algo que el FBI hace con frecuencia– es llamar a la eliminación inaceptable de muchos usos legítimos del anonimato.

A pesar de estas justificaciones, es difícil defender el anonimato cuando algunas personas solo tienen un rudimentario sentido de la conexión de éste con los procesos democráticos, o que no ven del todo la necesidad, mientras que otres lo ven solamente como un imán para formas depravadas de criminalidad, cobardía y crueldad. Recientemente me recordaron este punto luego de encontrarme con una de mis anteriores estudiantes mientras viajaba. Sorprendida de reconocerme en el grupo con el que estaba a punto de bucear, ella con regocijo me identificó por el sujeto de estudio: “¡Usted es la profesora hacker!” Unas horas después, cuando salíamos de un pequeño bote, ella me preguntó de forma espontánea que le recordara mis argumentos en contra de la común desestimación de la privacidad y el anonimato por razones de que quien habla “no tiene nada que esconder”. Yo solté una risita, ya que mi mente estaba ocupada con estas mismas preguntas porque estaba preocupada por este artículo y recité algunos argumentos aquí explorados. No estoy segura si los argumentos precisos se le olvidaron porque pasaron años, porque mi lección fue aburrida o porque los méritos del anonimato son contraintuitivos para muches; es probable que haya sido una combinación de las tres. De cualquier forma, estaba contenta de que ella tan siquiera tuviera la pregunta en su mente.

Fue un recordatorio de que en un momento en el que los ejemplos de actorxs anónimes trabajando por el bien no están fácilmente disponibles en las noticias, tal como sucedió durante los días de Anonymous; aquelles de nosotres tratando de salvar la reputación del anonimato debemos presentar historias convincentes de bien moral posibilitadas por el anonimato, en lugar de explorarlo sólo como un concepto abstracto, justo por si mismo, independiente del contexto. Anonymous permanece como un caso de estudio ejemplar con ese objetivo. Aparte de usar el escudo para la acción directa y disidencia para buscar la verdad y transparencia, Anonymous también ha brindado una zona en la que la recalibración del crédito y la atribución no sólo han sido discutidas, sino realmente promulgadas. Al hacerlo, Anonymous brindó asilo de la necesidad incesante de disputa por la atención personal, haciéndose notorias a la vez que atenuaban la celebridad individual, y aún así lograron combatir la injusticia con espectáculo, mientras se mantenían anónimes como unx solx.